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El fenómeno de los “niños burbuja”

Con todos los peligros que existen hoy para los niños, nosotros como padres les hemos hecho un daño a nuestros hijos y es que los metemos en una burbuja “para que nada les pase”, ¿qué tan bueno es?

El fenómeno de los “niños burbuja”El fenómeno de los “niños burbuja”

Los niños del siglo XXI son los “reyes de la casa”, en muchos casos la vida de sus padres gira entorno a ellos. Si se caen corren a levantarlos, si lloran están ahí para consolarlos, si no les gusta la comida se le cocina otro plato diferente, no les llevan la contraria para que no se enfaden y si alguien les riñe no dudan en enfrentarse a quien sea para defenderlos, incluidos sus profesores.

Además, la sociedad actual tampoco favorece la serenidad educativa, ya que muchos niños son hijos únicos, con lo que los padres vuelcan en ellos un exceso de cuidados, en otros casos son hijos de padres mayores con pocas energías para imponerse o de padres separados. En la mayoría padre y madre trabajan y el poco tiempo que pasan con sus hijos están pendientes de ellos compensando con un exceso de cuidado las largas horas que el pequeño pasa solo.

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A esto hay que añadir que la falta de hermanos hace que muchos niños se acostumbren a ser el centro de la casa y que, debido a la inseguridad ciudadana, ya no se juega en la calle, donde los niños aprendían desde pequeños las “normas” del grupo, sino en parques o patios vigilados siempre por adultos dispuestos a mediar ante el primer conflicto. Este contexto no es el mejor para que el niño se socialice adecuadamente.


Sin darnos cuenta y con la mejor de las intenciones hemos encerrado a los niños en una burbuja impidiendo que ellos aprendan de sus errores, a calcular riesgos, a conocerse, a respetar límites y a valerse por si mismos.

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Sin duda la responsabilidad de cualquier padre es proteger a sus hijos, cuidarles, atender todas sus necesidades y darles cariño de forma incondicional, pero estos aspectos incluyen implícitamente el derecho a la educación en el más amplio sentido de la palabra, que supone prepararles para vivir en una sociedad en la que no siempre estarán a su lado para ayudarles y protegerles. Aunque a veces a los padres les resulte difícil, hay que dejar que el niño sea independiente, aprenda a solucionar sus problemas y a hacer las cosas por si mismo, ya que si no cuando sea mayor será incapaz de resolver situaciones cotidianas y aparecerá la frustración y el desánimo personal.

Proteger a un hijo cuando es un bebé es instintivo y necesario, pero a medida que crecen los padres deben enseñar al niño a madurar su autonomía. En ocasiones son los propios padres, los visten, dan la comida, recogen los juguetes y les bañan cuando tienen edad para hacerlo solos, así se sorprenden cuando fuera de casa ven que sus hijos son capaces de hacer estas cosas por sí solos.

Y es que, no hay que olvidar que si los padres actúan en lugar del niño y están pendientes de sus menores deseos, estarán potenciando sin querer que sean miedosos, inseguros, sin autoestima y sin capacidad para tomar decisiones.

En ocasiones se mima a los hijos, evitándoles cualquier problema por pequeño que sea, pensando que ya tendrán tiempo para sufrir cuando sean mayores, así se intenta eliminar el dolor innecesario. Con esta actitud se está impidiendo que el niño desarrolle sus propios mecanismos de defensa. Olvidamos que esos “pequeños sufrimientos” son en realidad muy necesarios.

La infancia es un tiempo de aprendizaje y si un niño no aprende en los primeros años a hacer frente a los pequeños contratiempos de su día a día, cuando crezca no sabrá cómo afrontar los problemas de la vida adulta, no tendrá recursos para hacerle frente, ni tampoco a sus padres al lado para que se lo solucionen.

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Constancia y paciencia son los instrumentos que posibilitan que los pequeños crezcan en seguridad y autonomía.

El problema de la sobreprotección se agrava en casos de niños enfermos o con alguna discapacidad. Los padres quieren compensar esta circunstancia con más cuidados. Pero lo importante es adaptar las exigencias a las posibilidades del niño, pero nunca pensar que no puede hacer determinadas cosas cotidianas. Para favorecer su evolución no se debe renunciar a poner normas y mantenerlas, aunque nos “de pena” por su situación particular. De esta forma, aunque sea duro, se conseguirá que supere muchas de sus limitaciones y gane en independencia y autonomía.

No hay que olvidar que no siempre tendrán a sus padres al lado y deben aprender, ya que de adultos no podrán enfrentarse a cosas sencillas porque siempre tuvo alguien al lado que no quería que sufriera más de lo necesario.

¡Rompe la burbuja!

– Déjale tomar decisiones, aunque se equivoque.
– Que sean responsables de sus errores
– Poner normas y hacer que las cumplan
– Que negocien. Deja, cuando sea posible, que sean ellos los que solucionen sus conflictos, que aprenden a “negociar” y a llegar a acuerdos con sus hermanos y amigos.
– Evita intervenir en las “peleas” de niños si no son importantes.
– Que sea autosuficiente en la medida que su edad lo permita. Que se bañe y se vista solo y recoja sus juguetes aunque sea pequeño y lo haga “mal”.

Tomado de Padresonones

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Sobre el autor

Uriel Ardila

Redactor Vibra.

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