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El arte de no hacer nada

Cuando toda tu vida has estado acostumbrado a trabajar o estudiar todo el tiempo; no te imaginas que no hacer nada puede ser tan gratificante como cualquier labor, que el no hacer nada y no tener nada puede generar sentimientos de felicidad nada parecidos a los que el dinero produce, entiendes el mensaje de la propaganda de una tarjeta de crédito: “lo real y esencial en la vida no tiene precio”.

El arte de no hacer nadaEl arte de no hacer nada

Una mujer capitalista como soy yo; tuvo crisis existenciales cuando enfrente la realidad de no tener dinero para las necesidades que yo pensaba era primordiales. Sobrevivir a la impotencia de encontrarse a un mundo laboral hostil y con pocas oportunidades de crecimiento es un impacto abrumador y asfixiante. Pero aquí estoy contando un poco la experiencia de ser un desempleado, mas no un desocupado; entendí el refrán popular.

Durante este tiempo de vacancia he aprendido que aunque el dinero es importante no puede comprar la tranquilidad del espíritu, que la película de Julia Robert recopila el equilibrio de la vida: Comer, Rezar y Amar es el fundamento para sentir felicidad y encontrarse con uno mismo.

Increíble que al no tener el afán y el desenfreno del día a día, tener tiempo de complacer y experimentar diferentes recetas; el poder compartir los alimentos con nuestra familia, reunirnos con nuestros seres queridos, familias y hasta nuevos desconocidos alrededor de una función tan importante para la sobrevivencia de cualquier ser humano deja los más placenteros recuerdos y experiencias mágicas.

Para persona como yo que sufre de ser como Santo Tomas: “hasta no ver no creer” el tener el tiempo de refugiarnos en un ser poderoso es un poco complicado para mi forma de vivir y descubrir que el hecho no es ser religioso es transformar nuestra visión de todo lo que sucede en enseñanzas y procesos de aprendizaje que generaran los resultados de nuestras meditaciones, que el hecho de que tengamos la calma y la prudencia de esperar para tomar decisiones sin premura porque todas situaciones de la vida son circunstancias pasajeras y siempre de una u otra manera se solucionan. Hay recuerdo a mi abuelo que me decía: “lo único que no se puede solucionar y que tenemos seguro es la muerte”


En este momento de mi vida cuando ya he superado el tercer piso creo que apenas empiezo a comprender y valorar el amor. No hay necesidad de ser una regla general es simplemente un proceso de aceptación personal. Para amar a alguien más, es necesario Amarse uno mismo y aceptarse con todos sus pros y contras. Aunque el amor no es sinónimo de dolor y sufrimiento; tampoco es equivalente a felices por siempre, no hay necesidad de estar al lado de alguien y asfixiarse para estar enamorado, ser feliz o agradecido con la vida. Amar es disfrutar cada momento anteponiendo los buenos instantes, desear que no importa el camino siempre y cuando disfrute lo que se está haciendo con la conciencia tranquila que no se está dañando a nadie.

Aprender a disfrutar el arte de no hacer nada fue un proceso donde aprendí nuevamente la satisfacción de leer, disfrutar sin pena ni mortificación la siesta después del almuerzo, el desayuno al lado de los personajes de una emisora, la despreocupación de un horario para hacer labores. Poder asistir a los llamados de los profesores de mis hijos sin el afán o preocupación de que me estaba tomando demasiado tiempo.

El arte de no hacer nada me enseño que calidad de vida no es tener dinero es tener el tiempo y el espacio para disfrutar y aprender de los instantes de la vida. Es poder desconectar a mis hijos de la tecnología; llevarlos a largas caminatas, a los anticuados paseos de ollas, enseñarlos a que no siempre se les puede complacer sus caprichos materiales, tomarse tiempo para conocer sus amigos, compartir nuevas experiencias y no temer a disculparse de nuestros errores.

El arte de no hacer nada me enseño que para sobrevivir no necesito cumplir horarios, tareas, humillaciones y hasta sentimientos abrumadores. El arte de no hacer nada me enseño que solo yo puedo darme mi lugar, que el mejor mensaje que puedo dejar a mis hijos es que la dignidad, la felicidad y el respeto no se compra con ningún dinero que para ser felices no se necesita dinero. Solo se necesita amar y disfrutar con pasión lo que se hace.

Solo quería compartir con ustedes: que gracias “al arte de no hacer nada” aprendí a orar, meditar, amar, recuperar y construir inolvidables momentos.

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