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Salamanca, el idiota útil de la prensa

En un país como el nuestro, donde tenemos miles de ejemplos de la ineficiencia de la justicia, del espectacular circo en que se ha convertido las leyes, en este país donde se aplican para los más bobos, los que no tienen influencia o dinero.

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Los medios de comunicación se han encargado de ocultar verdades tan importantes para nuestra sociedad como los escándalos de corrupción, reformas amañadas, leyes con orangutanes, espectáculos bochornosos incluida su grabación; cada que ocurren episodios de la patria boba, reviven al escarnio público casos como el de Salamanca para entretener y desorientar de otras realidades.

Este tema hiere muchas susceptibilidades, reitero, no conozco a Salamanca ni lo estoy defendiendo, porque la embarró. No comparto la manera tan despectiva que tratamos este caso porque cuántos casos vemos en la televisión y hasta en nuestras vidas familiares donde solo se ven la cantidad de errores e ineptitudes de nuestra sociedad. Si no veamos los violadores, extorsionistas, secuestradores o peor, el robo al de a pie que no tiene freno por ninguna autoridad. Y estos son peores porque la embarran y la siguen embarrando y nadie absolutamente nadie lo tipifica o lo castiga, ni social ni legalmente, porque los buenos le tenemos miedo a los malos.

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Me pongo en el caso de las familias que fueron víctimas de este evento tan infortunado, pero por experiencia sé que condenar no va a cambiar nada de lo que pasó y ninguna condena va ser suficiente para aliviar el dolor de nuestras vidas. El perdón y la reconciliación pueden ayudar a sobrellevar esta circunstancia tan triste en nuestras vidas. ¿Qué es mejor? Una persona que puede aportar acciones positivas o una rémora en nuestro deficiente sistema judicial, donde la plata e influencias pueden hacer llevadera la condena.


Cómo es posible que los medios de comunicación se presten para el espectáculo de Santa Inquisición contra la integridad de un joven. No conozco personalmente a Salamanca, la información que tengo de él corresponde en gran parte a lo que ha informado nuestra parcial y dinámica red de medios de comunicación, pero sé que muchos de los denominados padres de la patria son unos verdaderos delincuentes y que él es un idiota útil para los medios de comunicación, como otros más.

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O vamos a negar que hay casos tan escandalosos, corruptos y vergonzosos como el de Colmenares donde se evidencia lo que realmente es la justicia en este país, que el dinero compra cualquier alma y dignidad. O la otra perlita del caso del piloto de Avianca que aparte de que mata a toda una familia, no le presta auxilio, no tiene los cojones para hacerse responsable de sus actos como si fuera un niño después de una inocente travesura, huye y para el juez no es un peligro para la sociedad.

Estas perlitas, sin contar la cantidad de procesos por robo descarado a nuestras arcas por parte de cuanto contratistas amangualado con algún político o funcionario público, donde les ponen condenas tan irrisorias de 3 años después de haber robado esta vida y la otra, sin contar los hombres y mujeres que acosan, agreden y matan a los que consideran su amor eterno. Pero el que se defiende de un ladrón, un acosador y hasta de un borracho es tildado como energúmeno, intolerante que se tomó la justicia con sus propias manos.

Hasta dónde hemos llegado para considerar que debemos rasgarnos los vestidos, condenar públicamente, socialmente, a un joven que cometió el error que muchos hemos cometido o por lo menos fuimos cómplices de algún familiar o allegado. O cuántos podemos decir que nunca hemos manejado con nuestros tragos en la cabeza o cubrimos la espalda a nuestros padres, novios, amigos y hasta se ha solucionado este inconveniente de cien mil maneras con un agente de tránsito; o peor, cuántos hemos conducido un carro trasnochados y nos hemos quedado dormidos por segundos en el volante que es igual de grave que estar tomado.

Hay sí, como dice la biblia, que tiren la primera piedra los inocentes. Tal vez ahora no lo hagamos como lo hacíamos antes por el endurecimiento de las penas, pero analicemos, eso nos hizo irresponsables pero no delincuentes.

También me pongo el lugar de las víctimas, es un momento difícil, el dolor y la ira por la impotencia nos ciega, pero, ¿será que un muchacho que la embarró merece ponerse a la merced de la delincuencia que reina en nuestro decadente sistema penitenciario? Es mejor que se convierta en un delincuente en la prisión porque este ambiente es el del más fuerte y para convertirse en un hombre de acero debe perder los valores y sentimientos para no permitir que nadie le haga daño, o lo peor, aportar a este sistema de cacique fuertes sumas de dineros para que el mal siga prevaleciendo en una sociedad decadente como la nuestra.

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No creen que el peor castigo para personas como él es someterlos a largas jornadas de labor social, por ejemplo, en instituciones geriátricas, niños con enfermedades como el SIDA, a construir calles. Creo que varios meses en jornadas extenuantes le aportarían más para el arrepentimiento y la lección real de cuánto vale la vida humana y que es necesario pensar y analizar las consecuencias de nuestros actos.

El hecho de que uno tenga un carro o un automotor de ciertas marcas no nos da derecho de ir arrollando a cualquiera, pero todos en algún momento fuimos jóvenes y al igual que Salamanca cometimos errores, inconscientemente, unos no tan graves, otros más graves. No somos la Santa Inquisición, es necesario analizar la escena completa y antes de condenar debemos mirar qué se puede hacer para que no se repita. Condenar a los ladrones no asegura que no volverá a robar, condenar al sicario no indica que no volverá a matar por dinero. Pero dar lecciones de vida con oportunidad puede convertir al culpable en un miembro que puede aportar de manera positiva a esta sociedad.

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