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Actitudes infantiles que dañan cualquier relación amorosa

Toma nota de estas actitudes cotidianas que dañan las relaciones amorosas. ¡Todos las tenemos y no nos damos cuenta!

Actitudes infantiles que dañan cualquier relación amorosaActitudes infantiles que dañan cualquier relación amorosa

Las relaciones largas son complejas y muchas veces complicadas. El paso del tiempo hace mella, sobre todo cuando la convivencia genera roces que hacen de la cotidianidad algo casi insoportable. A veces lo que daña el amor somos nosotros mismos y nuestras actitudes infantiles, como estas…

Pelear por todo, a cada rato: Algunas personas son adictas a la adrenalina que producen las peleas, por eso buscan pelear constantemente, incluso les parece chévere la la reconciliación. Esta es una de las actitudes más infantiles que puedan existir, pues se está actuando como un bebé, guiado solo por la satisfacción inmediata.

 

Criticar a la persona y no sus acciones: Criticar las acciones en vez de a la persona es una de las primeras habilidades que adquiere una persona madura, pues de esta manera la crítica se convierte en constructiva.


 

Ser excesivamente competitivos: Existen parejas que todo lo convierten en una competencia, desde preparar el desayuno hasta lo que ocurre entre las sábanas. Esta es una actitud infantil que debes desterrar de raíz, pues una relación debe implicar que los dos están en el mismo equipo y no en el contrario. Vivir con el enemigo es, sin duda, un infierno.

 

Tomarse todo demasiado “a pecho”: A veces somos tan susceptibles que el diálogo se convierte en algo imposible, pues cualquier tema se traslada de manera inmediata a la pareja, generando conflicto. Hay que desarrollar la habilidad de dialogar sobre cualquier tema sin tomárselo de manera personal.

 

Confundir las palabras con los hechos: Decir “me tienes mamado” no significa que se esté solicitando el divorcio, hay que ponderar siempre las palabras según el contexto, si fueron dichas en un momento de ira, dolor, etc., y luego hablar con calma.

 

Jugar brusco: Creerás que este punto es obvio, pero no, para nada; en una relación de amor se deben tener muy claros los límites de las manos, tanto en la cama con en el día a día. La clave aquí es la comunicación.

 

Aplicar la ley del hielo: Eso de ignorar a la pareja porque pelearon, no hablarle o quitarle el saludo, es de Kinder, ¡no lo hagas! Recuerda, todo en la vida se puede resolver hablando.

 

Quejarse de la pareja con terceros: Es la típica actitud del adolescente que se queja de sus padres, solo que se ha reemplazado a la figura paternal por el cónyuge. Hay que lavar la la ropa sucia en casa, siempre y cuando no haya abuso, por supuesto.

 

Temperamento de fosforito: Nada más molesto que una persona que a todo momento viva de mal genio por absolutamente todo, a la que no se le pueda decir nada porque estalla, como un bebé que hace berrinche. ¡Autorregúlate!

 

No pasar la página: Una de las primeras habilidades sociales evidentes en las personas maduras es que pasan la página, no se quedan refunfuñando 25 años por esa ensalada que el marido se comió sin darle ni un cachito. ¡Supéralo!

 

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